martes, 23 de marzo de 2010

Crónica de una ilusión (o de una mudanza)

Te dije que apretaría los dedos muy fuerte y confiaría en mi buena estrella, que me llenaría los bolsillos de canciones alegres y los ojos de sueños dispuestos a zambullirse en la realidad. Te lo dije y así lo hice y ha sucedido tal y como lo deseé. Me mudo a mitad de una de esas cuestas de Lavapiés que columpian los ojos hacia la luna. Me mudo a mi intimidad en esta primavera tan color fresa como mi carrito de la compra, mis toallas, mis sábanas, mi ... ¡ilusión! Guardaré en cajas y maletas todo lo que se puede guardar, lo más fácil de mover, lo más sencillo de volver a ubicar. Atrás quedan charlas en el sofá, en la cocina, desayunos largos, siestas color girasol, noches de alféizar... instantes que no caben en maletas, sonrisas que no encuentran lugar en cajas... Por delante hay un rinconcito que vivir y compartir. Ahora toca buscar otra ilusión para no dejar de apretar los dedos nunca... venga, ¡es tu turno!