viernes, 13 de marzo de 2009

La puerta que nunca abrí

Tras la puerta que nunca abrí hay una mujer alta, morena, robusta, noble, seria, ... una mujer de mirada ausente cuyas manos y mandíbula tiemblan continuamente, puesto que padece de parkinson... parece que la vida le hubiera traído esta enfermedad para impedirle besar y acariciar... o quizás para que se disimule su incapacidad para besar y acariciar...

Sé que dejé de abrir esa puerta porque me cansé de que esa mujer no me sonriera, no me dedicara tiempo ni mimos... me cansé de que estuviera ausente...

Ayer abrí la puerta y allí la encontré, esperándome para abrazarme y contarme quién es y por qué es como es... Desde anoche me acompaña y me cuenta su historia, que es el comienzo de la mía...

jueves, 12 de marzo de 2009

En el país de las hadas...

la alegría es un tesoro que se comparte
y se riega de vino,
el abrazo te indica que eres bienvenido,
la sonrisa te allana el camino,
las canciones se guardan en el corazón,
los cuentos te arrastran a los sueños
y los sueños te levantan en vuelo,
las tristezas se airean al viento
para que se las lleve lejos,
las sábanas son de color blanco
y los cojines de color fresa,
las margaritas siempre dicen sí,
todos los tréboles tienen cuatro hojas,
los tulipanes existen durante todo el año,
los almendros siempre están en flor,
las piruletas no se acaban nunca
y, por las noches, siempre hace calor.

A mis hadas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

la sinceridad nos hace libres

lunes, 9 de marzo de 2009

Y sentados en un banco, él desnudó su alma tal y como había aprendido con ella. Ella lo llevaba agarrado dentro y no lo desalojaría de aquel lugar durante largo tiempo pero entendió que querer es aceptar momentos y decisiones, aunque duelan. Le besó la mejilla deseándole que se curara y volviera pronto a regalarle al mundo su preciosa risa. Él necesitó volar.

Y fueron felices cada uno en su vida...

En el Café Real...

Llegas tarde pero da igual.

Saboreo cada uno de los segundos de la espera. Miro a la gente, sentados de a dos, contándose la vida, recibiendo el fin de semana con alegría, con mil planes... observo las risas, los coqueteos, los mechones de pelo que juegan con dedos, las pupilas dilatadas que desean estar en otro lado.

Antes de llegar te pienso y me doy cuenta de que hay algo en ti que me impacta. Sé que llegarás con tu hermosa sonrisa y que de tu boca saldrán palabras totalmente nuevas, ideas, pensamientos... Me doy cuenta de que me sorprendes tanto encima como debajo del escenario, tu duende es experto en piruetas que dejan a todos boquiabiertos.

Entras, nos abrazamos fuerte y te sientas. Pedimos dos descafeinados y comenzamos a desnudarnos ajenas al resto de personas, sentadas de a dos. Me llamas "Compañera" y yo me atrevo a hacer un comentario aparentemente banal sobre tu aspecto físico. De repente, sacamos la madeja de lana y comenzamos a desenredar. ¿Para qué habíamos quedado? ¡Qué importa eso si lo que tenemos entre las manos es tan hermoso! Me cuentas, te cuento, te identificas, me sorprendo, me identifico, sonríes... Cuando el reloj impone que se acabe nuestro vuelo, recojamos nuestras ropas y volvamos a nuestras vidas, siento que ha nacido algo o, mejor dicho, que hemos encontrado algo... quizás hayamos encontrado la llave del cofre que guarda nuestro tesoro...

Nos abrazamos, esta vez más fuerte aún. Tú me dices que te encanta mi abrazo y que ahora sabes por qué la inquietud de compartir tiempo y la empatía... Yo te admiro aún más que antes de que aparecieras pasadas las siete de la tarde.

Nos vamos y sonrío sintiéndome pirata de un barco inmenso cargado de tesoros que, poco a poco, voy descubriendo. Te imagino comiéndote la piruleta y pensando en nuestro descafeinado al desnudo y guardo todas las sensaciones y ese inmenso calor humano en el fondo del cofre.