viernes, 15 de febrero de 2013

(...) porque las vacaciones en Rota se inauguran para mí a la hora de la siesta, con el sopor de la tarde y las aspas del ventilador convirtiendo el dormitorio en un Caribe lento y amable, junto al desnudo de tu madre.
¿Ya estamos? Perdón, Lola, perdón, Ana, pero ya estamos otra vez. Hablo de hombre a hombre con mi hijo, mayor de edad y dueño de sus actos, como yo de los míos. Es esa imagen, esa realidad, la que delimita mi territorio, la que me permite sentir en la penumbra que ya estoy en mi verano, en mi sitio, en mi lugar perferido, dispuesto a dejarme llevar por el deseo de hacerlo todo o de no hacer nada, por las olas de un mar en calma que me permiten ser y estar, nadar en las profundidad y en la superficie, abrir y cerrar los ojos, ser el amor de un tiempo propio. La penosa madurez ha hecho posible que en cualquier lugar del mundo pueda negociar, o fingir negociación, con un tiempo extraño y ajeno. Pero aquí, además, el tiempo es un asunto propio. Y las cosas están en su sitio. Tu cicatriz en la pierna, Lola, necesitaba más que cualquier otra cosa la primera siesta en Rota para encontrar un hueco en la jerarquía de nuestras vidas. Una metáfora perfecta y hecha a mi medida, una cicatriz en el paraíso. Así que déjame hablar. (...).

Luis García Montero, "No me cuentes tu vida".