El payaso Tomás baja las escaleras del metro de Chueca a las once y media después de recoger y ordenar sus artilugios en la maleta. Hoy robará sonrisas en otro rincón de Madrid y sabrá que las sonrisas de ayer son pasado y se perderán como lágrimas en la lluvia.
Y yo bajé las escaleras poco después de él y recogí su nariz verde del suelo, sonreí con su legado en las manos y comencé a leer un libro recién autografiado por Gioconda Belli mientras se desenredaban de mis dedos las palabras que duelen y quiero olvidar...
¿el infierno son los otros?
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El gato era pequeño. De tan pequeño, podríamos asegurar que sólo tenía
cabeza. Ni tronco ni extremidades, sólo cabeza. Estaba hambriento, era
evidente, s...
Hace 3 semanas