Saludas desde el quicio de la puerta
y te invito a bailar.
Me adviertes de los posibles pisotones
y yo me río mientras
escojo canción.
"... y nos dieron las diez
y las once,
las doce
y la una
y las dos
y las tres...".
Me pisas y me muero de risas
que invade tu lengua...
Al despertar, me duele aún tu pisotón.