La conozco, la he sentido aunque ahora me quede lejos. Calma me daban las horas vacías por delante que se llenaban de nombres y lugares a mi antojo. Calma me daba no tener que contar hasta diez antes de hablar. Calma me daba no correr tras un tren porque realmente cinco o diez minutos no son nada. Calma me daba comprarme una piruleta cada día al volver a casa. Calma me daba estar sola.
Ahora corro tras los trenes, subo escaleras deprisa, caigo rendida a medianoche, tengo siempre un lápiz en la mano, declino invitaciones, contesto "no puedo", pasan semanas sin ver a mi gente y hablo, escribo, hablo, escribo, hablo ... ¡me pierdo!
El atardecer suelo contemplarlo desde el otro lado del cristal, como si se tratara de una enorme tele de plasma, cada día, a su hora.
Supongo que, una vez más, valoramos lo que teníamos cuando no lo tenemos. Revisamos exigencias para exigirnos aún más. Erramos.
¿el infierno son los otros?
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El gato era pequeño. De tan pequeño, podríamos asegurar que sólo tenía
cabeza. Ni tronco ni extremidades, sólo cabeza. Estaba hambriento, era
evidente, s...
Hace 3 semanas
1 comentario:
Yo también extraño esas épocas de calma, y trato desesperadamente de recuperarlas de a ratos. No siempre lo logro.
Me ha gustado mucho tu blog, con tu permiso, te enlacé al mío. Lo iré leyendo despacito, ya ví que tengo mucho para leer. Excelente plan. :)
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