tienen todas el sonido de tus llaves al rozarse en el momento previo a abrir la puerta.
Tienen todas el peso de tus pisadas sobre el suelo viejo de madera de la entrada.
Tienen todas la cadencia de tu respiración. Tienen todas el rostro de la tristeza y
el repiqueteo taladrante del "debí callarme". Acaban todas con un corazón tembloroso
al volver a abrise la puerta. Y un guiño... por fin estás de vuelta.
¿el infierno son los otros?
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El gato era pequeño. De tan pequeño, podríamos asegurar que sólo tenía
cabeza. Ni tronco ni extremidades, sólo cabeza. Estaba hambriento, era
evidente, s...
Hace 3 semanas
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