jueves, 4 de agosto de 2011

Blanco

Se derramó una gota sobre el mantel y, al momento, comenzó a fluir de sus entretelas un torrente que, en segundos, lo dejó empapado.

Temí que se hubiera echado a perder por completo.

Lo escurrí con todas mis fuerzas. Lo sacudí. Lo estiré. Repasé su contorno deshaciendo arrugas. Lo tendí al sol.

Al cabo de unas horas, su blancura impoluta me cegó. Y me dí cuenta de que hay miedos que solo se sienten una vez.

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