¿Sabes? No quiero inspirarte ternura.
Ternura, no. Lujuria, fuego, locura, ... pero ternura, no.
Tampoco quiero establecer un código contigo.
Contacto visual, sensual, sensorial, oral... pero sin código.
¿Alguien entiende lo que yo entiendo por código?
Esas palabras que se convierten en contraseñas, esas
palabras que se pronuncian y suenan familiares, que ni
siquiera te revuelven las entrañas porque son familiares
y huelen a tarta de manzana saliendo del horno y
saben a galleta María untada de mantequilla... Esas
palabras que dichas por otra boca pasarían inadvertidas
y que, en tu boca, evocan mi esencia. Eso es un código.
Dime, ¿cuándo hemos creado un código de palabras, miradas
y caricias tú y yo? ¿Ayer? ¿Antes de ayer? Lo deshago. No
quiero tener un código contigo y, menos aún, con palabras
que son de otra boca. Otra boca que tiene los molares ubicados
en los mismos sitios que tú y los caninos idénticos a los tuyos.
¿Ternura?
No quiero despertar en ti ternura porque, si es así, mis fantasmas
despiertan y alborotan mi paz.
Ni ternura, ni código, no, por supuesto que no. Es lo que hay y no
es lo que quiero ni de ti ni de nadie.
¿el infierno son los otros?
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El gato era pequeño. De tan pequeño, podríamos asegurar que sólo tenía
cabeza. Ni tronco ni extremidades, sólo cabeza. Estaba hambriento, era
evidente, s...
Hace 3 semanas
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