lunes, 21 de diciembre de 2009

Sueño de rutina

Tenía los OjOs tan grandes que sus sueños alcanzaban lugares y dimensiones inexplicables. Al despertar, era tan cuidadoso en su forma de salir de ellos, len-ta-men-te, primero un pie y medio cuerpo izquierdo, después otro pie y el medio cuerpo derecho, lo último, último,ultímisimo eran siempre las manos. Más de un sueño se quedaba pegado a sus inmensas retinas o larguísimas pestañas y le acompañaba en el comienzo de su día y se convertía en susurro en el abrigo rojo de ella al encontrarse a la hora del café de media mañana. Siempre repetían el mismo ritual. Él la esperaba en la puerta de su trabajo, ella salía abrochándose los botones inferiores de su abrigo, él se acercaba y, mientras le besaba despacio y le daba los buenos días, terminaba de abrocharle los últimos dos botones y le susurraba "Qué bonita estás". Ella no se había acostumbrado al tono de ese susurro y aún hoy, después de oírlo tantas veces, se le erizaba la piel al paso de cada s no pronunciada.

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