lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuando los veían mirarse con los ojos brillantísimos, besarse con las bocas humedísimas, sonreír como niños... exactamente en ese momento, comenzaban a darle a la manivela como locos, haciendo que los minutos caminaran a marchas forzadas... qué digo forzadas... forzadísimas... haciendo que la noche llegara sin apenas darse cuenta y con ella un nuevo amanecer sin colores, con telón de fondo grismelancolía y sabor a la boca propia. Al día siguiente, repetían siempre la misma frase: "¿Quién aceleró nuestras horas del sábado? Esto parece una broma pesada".

1 comentario:

Claudia Sánchez-Ponce dijo...

La distancia duele...pero hace mucho más fuertes los nudos que unen, porque son nudos, que no lazos.

Mentxu!! que me sigo acordando de ti, jo!

Un petò mooolt molt molt grand per tú.