De frente. Los poros abiertos de piernas. De repente, ojos, boca, nariz, manos, pies... norte, sur, este, oeste... mi yo latiendo desbocado (pero en silencio). Ella corría en locura circular y yo la miraba con las córneas deshidratadas. Ella danzaba con cada uno de los elementos dispuestos alrededor del círculo y nosotros, los espectadores, permanecíamos tan quietos que parecíamos las columnas de un mausoleo griego. Ella sufrió y nosotros también. Ella desapareció y nosotros, encogidos sobre nuestros poros, huimos...
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