martes, 9 de diciembre de 2008

Azúcares como hombres



El azúcar moreno tiene un sabor potente, se disuelve en el café o la leche pero siempre deja restos en el fondo de la taza... se resiste a desaparecer por completo. Su cuerpo y su color son inolvidables. Si estuvo, se le recuerda. Algunos de sus granos, normalmente gordos, se quedan entre los dientes donde, horas después, comienzan a deshacerse rememorando lo que fue, convirtiéndose sobre la lengua en caramelo pegajoso que se resiste al trago de agua, que pretende aclarar la garganta, repitiendo un "pasé por tu boca" eterno...


El azúcar blanquilla, el más usado y común, no se resiste al calor de los líquidos sobre el que es arrojado por la cucharilla de turno, tampoco defiende su entidad ante las cuchillas de la batidora que lo mezcla con los huevos y la harina y lo convierte en un ingrediente más de las galletas o el bizcocho. Se deshace, se esfuma, no deja huella, puedes repetir una y mil veces, de hecho, repites. Quienes echan una cucharilla, echan dos y tres poco después. Está ahí, sin más. De hecho, estuvo siempre. Los terrones quedaron anticuados ante los atractivos envases del azúcar moreno...


El azúcar refinado se ha sometido a una y mil operaciones para agradar y no se sabe muy bien si es azúcar o qué es... Perdió su identidad en la refinería y ahora cuentan con él en escasas ocasiones porque tan refinado es que no encaja en ningún pastel convencional.


El azúcar glas espolvoreado sobre pasteles, tartas, bizcochos y otros manjares despierta el amor a primera vista y colma el sentido del gusto en cuanto penetra en nuestra boca bien acompañado. No empalaga, no está de más, pero se le puede echar de menos. Sutilmente se expande por nuestro paladar y sutilmente se cuela entre nuestras papilas gustativas... Lo único no sutil son los restos que deja en las comisuras de nuestros labios, en nuestros dedos... en los lugares adonde llevamos estos. El azúcar glas es la clase supra de los azúcares. Sensible, dulce (que no dulzón), casi transparente, si has aprendido a usarlo, no puedes dejarlo de lado. No se dejará nunca convertir en caramelo, ni fundir con huevos o harina pero será la capa final de tantas y tantas noches...


Se me antoja que el azúcar glas es polvo de luna llena en esas noches en las que la vemos difuminada.







2 comentarios:

Imagine... dijo...

uiuiuiuiuiiii :D

q alegría verte así ^^...y déjate de esos de ''haz lo q yo quiera!'' jum!!

muaaack

albert dijo...

no olvidar que el azúcar glass es azucar blanquilla pasado por el mortero, reducido a polvo y tamizado por un colador