Amaso los recuerdos entre mis manos
y me doy cuenta
de que el tiempo ha sido la peor levadura,
ha hecho que todo tome un volumen
desproporcionado.
Mi impaciencia me impide esperar a que se enfríe
y, entonces,
me lo como de una sentada...
y acabo vomitándolo
en un lugar inadecuado.
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